Convocatoria para el debate
El oficio del sociólogo (y sus tensiones)
Quienes nos volcamos al vasto y complejo campo de la sociología lo hacemos, por lo general, a partir de una profunda vocación problematizadora, cuestionadora y transformadora de lo social. Suele ser esa ciencia que incomoda la que nos interpela, trascendiendo tal o cual profesión o salida laboral. Esa praxis teórica, a su vez, nos moviliza a comprometernos con espacios colectivos de intervención social y política.
A lo largo de nuestra formación ejercitamos la reflexión sobre un conjunto de herramientas conceptuales, cuyo eje transversal se orienta a la desnaturalización de las prácticas y relaciones sociales. Sin embargo, es lo que más nos cuesta aplicar a nuestras propias experiencias, incluso aquellas que constituyen nuestro quehacer profesional. Ese espíritu reflexivo y cuestionador de nuestras propias prácticas queremos que sea nuestro punto de partida.
Cuando vamos dejando atrás esa etapa de nuestra formación que nos clasifica como “estudiantes” es usual sentirnos ante un abismo, plagado de incertidumbres sobre los ámbitos de implementación práctica de nuestra disciplina y sobre los espacios de pertenencia. Nos formamos en una ciencia que entendemos como un “deporte de combate”: adquirimos algunas de las herramientas necesarias para practicarla, pero a la hora de salir al “campo de juego” éstas se ponen en tensión. Nos enfrentamos entonces, a la bifurcación del camino, con múltiples opciones para elegir (si es que tenemos esa suerte). Pero la fragmentación de esas experiencias -con sus tensiones y sus desafíos, con sus limitaciones y potencialidades- es una constante sobre la que poco se reflexiona o se invita a reflexionar.
Quienes impulsamos este espacio identificamos la necesidad de conocer las diversas experiencias por las que transitamos quienes conformamos ese complejo y heterogéneo claustro de graduados. Buscamos puntos de encuentro entre esos caminos bifurcados que nos permitan, por medio del debate colectivo, intervenir reflexivamente en cada ámbito, desde una visión integral, que establezca un “ida y vuelta” entre el debate colectivo, nuestras prácticas profesionales y el conocimiento de otras perspectivas posibles.
Entre estas experiencias heterogéneas estamos quienes transitamos el camino de la docencia universitaria, caracterizada por las deficiencias edilicias (que ya padecimos en la cursada) y la precariedad en las condiciones laborales –con la extendida práctica de trabajo gratuito que acostumbramos a llamar ad-honorem, la baja remuneración y la falta de concursos-. Frente a ello, la escasa participación gremial nos pone ante constantes paros simbólicos y asambleas raquíticas que se aceptan como habituales. Las estructuras jerárquicas de las cátedras completan un panorama poco alentador, donde se suele fomentar la competencia y el egoísmo entre compañeros por sobre los reclamos colectivos y solidarios.
Otro camino (usualmente de la mano del anterior) es la investigación en instituciones vinculadas a la Universidad. Los problemas se repiten, siendo las condiciones precarias de investigación y el fomento del individualismo una constante. Las inquietudes emancipatorias o cuestionadoras con las que nos iniciamos en la investigación se tensionan ante una “carrera académica” que tiende a reproducir la fragmentación en dos sentidos: por un lado, entre los procesos de construcción de conocimiento académico y los conocimientos prácticos construidos en los procesos de lucha y organización de los “sujetos-objetos” que estudiamos; y, por otro lado, los espacios de encuentro y trabajo colectivo entre los propios investigadores, propiciando la competencia entre pares por el acceso a ese bien escaso que es el pasaje de ser un becario (investigadores precarizados) a un investigador. La expresión extrema de estos desencuentros es la lógica paperista: el fetiche del Congreso, la Revista o el Libro, donde el contenido de las investigaciones, el encuentro en espacios de discusión para la reflexión en común, el aporte a la construcción de conocimiento crítico y la sistematización de las experiencias de organización social, quedan en un segundo plano, oscurecido por la búsqueda de las credenciales necesarias para acceder al próximo escalón de la pirámide académica.
Pero además de estas experiencias, que suelen ser las más conocidas por mantenerse más directamente ligadas a la vida académica, se encuentran aquellas que se insertan en ese “otro mundo externo” a la Universidad. Así, quienes encaramos el camino de la inserción profesional (ya sea en el Estado o en el ámbito privado) nos encontramos con una serie de tensiones vinculadas a tiempos y lógicas que poco tienen que ver con nuestra formación: Las presiones constantes por acomodar los datos y resultados a las necesidades de quien financia, solicita o dirige la investigación; los tiempos, que se ubican por encima de los métodos y procedimientos rigurosos; y la fragmentación de las distintas etapas del proceso investigativo (definición de objetivos, trabajo de campo y análisis), son algunos de los problemas más frecuentes. El escandaloso caso de intervención en el INDEC, sirve como ejemplo de estas presiones a las que nos encontramos sometidos.
En particular los sociólogos en el Estado nos hemos insertado masivamente en estas instituciones, con una visión transformadora de la política pública, politizando y llenando de contenido aquel universo aparentemente “neutro” de la administración del Estado. Convivir con las paradojas que supone aplicar el conocimiento obtenido en la carrera a políticas públicas orientadas a “eliminar” las desigualdades sociales, económicas y políticas; y, aquellas que implican luchar por la autonomía para defender esas iniciativas y enfrentar a los avances de sectores más rancios, en el espacio “político” por excelencia como es el Estado.
También podemos mencionar la experiencia de quienes practicamos la docencia por fuera de la Universidad. Esos sociólogos-docentes que nos enfrentamos a todos los problemas de la educación pública en la enseñanza media: desde las que compartimos con los docentes universitarios (precariedad de las condiciones laborales) hasta las problemáticas inherentes al rol de contención y formación de sectores excluidos y marginados socialmente.
Junto a las distintas actividades profesionales y/o laborales, muchos de nosotros asumimos nuestra práctica teórica y profesional acompañando, impulsado y militando diversos procesos de construcción de poder popular. Allí buscamos articular la reflexión y la intervención política junto a otros sujetos sociales, con los cuales ensayamos caminos en busca de la transformación social. Somos, entonces, docentes en los Bachilleratos Populares, militantes de las organizaciones territoriales, activistas de nuestras organizaciones gremiales, entre muchas otras identidades que asumen el desafío de enfrentar la matriz hegemónica de este orden social.
Así, sin pretensiones de exhaustividad mencionamos algunos caminos, ámbitos y experiencias que hacen a la complejidad y heterogeneidad del sujeto “graduado de sociología”, así como las problemáticas más visibles. Seguramente, hay cuestiones a re-pensar y profundiza. A eso apunta esta invitación: a constituir un espacio que nos permita reflexionar e intercambiar y debatir colectivamente sobre nuestras experiencias con el horizonte de trazar líneas de acción concretas para intervenir sobre esta realidad que incomoda nuestra vida cotidiana.
Sabemos que el claustro de graduados ha perdido en buena medida el sentido originario con el que los reformistas de 1918 pensaron su necesaria presencia en el co-gobierno universitario. Hoy en la mayoría de las facultades ese espacio es ocupado por asociaciones profesionales de mucho poder y recursos, aliadas a los sectores más reaccionarios del claustro de profesores que dirigen el destino de nuestra Universidad. Necesitamos recuperar esa perspectiva que permita re-pensar los planes y contenidos de estudio en función de los ámbitos de aplicación de nuestra disciplina. Una mirada que aporte a romper la dicotomía del “dentro-fuera de la Universidad” permitiendo una relación de continuidad entre las distintas experiencias de inserción profesional y la formación académica. Es ese lugar específico desde el que se puede aportar a la producción de conocimiento sin necesidad de ser parte de la relación pedagógica que se da en su seno. Queremos construir un espacio que exceda la convocatoria convencional y predominante en nuestro claustro, cuyo compromiso no va más allá de empadronarse y votar cada dos años a los representantes para la Junta y el Consejo Directivo. Aspiramos a generar un ámbito de debate, intercambio y reflexión colectiva que vaya más allá del corporativismo reinante de tal o cual ámbito.
No queremos ser tan solo una convocatoria más para la participación en la gremial docente, en la disputa académica o en la intervención en los órganos de co-gobierno. En todo caso la propuesta es hacer todo eso desde la potencialidad que supone una visión integral y transformadora.
Fundamentalmente queremos trascender la catarsis y el pesimismo individualista. Nos agrupamos con la firme convicción de que un diagnóstico crítico debe estar acompañado de una inquebrantable voluntad de transformación, con el convencimiento de que, también para nosotros, “ahora es cuándo”. Estimular la participación política y gremial, defender la dignidad de nuestro trabajo como docentes e investigadores, fortalecer la producción colectiva y el pensamiento crítico, vincularnos orgánicamente a las luchas y aspiraciones de nuestro pueblo, aunar el compromiso militante con nuestra labor profesional. Estas inquietudes, y otras, nos estimulan a la acción, nos impulsan tras la utopía de cambiar todo lo que deba ser cambiado en el marco de un horizonte emancipatorio.
Entendemos que, más allá de las distintas opiniones y valoraciones sobre los actores de la política nacional, es evidente que asistimos a un cambio de época en el que la recuperación del debate y la participación política como herramienta de transformación social, aparece como una de sus características fundamentales. A diez años del 19 y 20 de diciembre del 2001, la grieta abierta a la hegemonía neoliberal se encuentra a flor de piel, y es parte de nuestra praxis como cientistas sociales no solo analizar esta situación, sino también actuar sobre ella. A su vez, los vientos de cambio que soplan en Nuestra América son parte del marco de un momento político que invita a debatir, a participar, a comprometerse y sobre todo a transformar la realidad social. Porque “Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante”.
Por eso te invitamos a construir juntos un espacio que se proponga, humildemente, dar los primeros pasos en articular ese sujeto complejo y heterogéneo que hace a las distintas experiencias del “oficio del sociólogo”.
Sociología en Movimiento "Inventamos o erramos"
Graduados, docentes e investigadores de la Carrera de Sociología
Facultad de Ciencias Sociales, UBA.
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